
Trabajar en el mundo de las bodas es emocionante, entre otras cosas, porque te permite conocer personas nuevas cada vez. Parejas con ideas y personalidades únicas, que siempre te dejan algo que recordar. Eso es lo que me sucedió con Karen y Daniel. Su buena energía y las sonrisas permanentes en sus rostros hicieron que el proceso de planeación fuera especial y ameno, y que fuera todo un gusto ser el encargado de materializar y llevar a cabo tan importante celebración.
El gran día había llegado. Todo estaba listo. La alegría se sentía en el aire, y los nervios se escondían entre risas. Daniel y su gran sentido del humor tranquilizaron a su emocionada mamá, quien no disimuló para nada su enorme felicidad (¡y ni qué decir de la mamá de Karen!).
Pero, ¿qué es una boda sin una novia radiante y feliz? Así estaba Karen en ese gran momento de la vida. Sonriente, alegre, disfrutando su día. Creo que esa es una de las mayores satisfacciones que puedo tener como Wedding Planner. ¡Me fascina ser parte de días tan felices!
El lugar era perfecto, y los detalles fueron puestos en escena como los soñaron. La noche llegó, y los invitados disfrutaron de una velada cargada de amor y celebración. Amigos y familiares estaban presentes para festejar esa gran decisión de caminar juntos por la vida.
Gracias Karen y Daniel por su disposición y entusiasmo durante todo el proceso… básicamente gracias por quererse tanto! El evento solo es el reflejo del magnífico y evidente amor que se tienen.
Me alegra enormemente haber participado, una vez más, en ésta importante parte que toda gran historia de amor tiene. Espero seguir llenando mi camino de momentos mágicos y personas increíbles, de las que me hacen enamorar más de mi trabajo y me inspiran a seguir.
Gracias mil,
Jorge Botero.